martes, 13 de marzo de 2012

Mirza Delibasic

Os acerco el artículo de un artículo. Suena raro, pero lo que hago es pegar un artículo publicado en el blog de Juanma Iturriaga, llamado "El blog del palomero", donde publicó en 2010 un artículo que escribió en 2001, año en que murió Mirza Delibasic. No voy a enrollarme más. Os dejo con un artículo emotivo sobre una leyenda del baloncesto.

UN BRINDIS POR MIRZA

4 de Febrero. Mi cumpleaños. Gracias, gracias por vuestra felicitación. En fecha tan señalada, he decidido dedicar el post a alguien que desgraciadamente no alcanzó la edad que tengo. Una persona que dejó un recuerdo imborrable para todos los que le conocimos, un jugador cuya huella perdura según he podido comprobar en vuestros comentarios y preguntas. Os prometí que lo haría y no se me ocurre mejor fecha que esta para homenajear al gran Mirza Delibasic. Y para empezar, este es el artículo que escribí en este periódico cuando murió, en Diciembre de 2001.

Un tipo increíble
Pocas veces dos años dieron para tanto. Fue el tiempo que Mirza estuvo en el Real Madrid, pero en ese breve espacio de tiempo dejó tantas cosas que le hizo insensible al olvido. Al de todos los que tuvimos la suerte de compartir vestuario con él, a los que durante dos temporadas se acercaron al Pabellón y disfrutaron de su juego, al de cualquiera que de una u otra manera se cruzó en su camino. Mirza era ante todo una persona elegante. En su juego y en su vida. En la forma en que trataba la pelota y también en los modos y maneras de entender las relaciones humanas. Como jugador, no fue el que más títulos ganó, ganando muchos. En la lista de míticos jugadores yugoslavos, siempre aparece detrás de los Cosic, Kikanovic, Dalipagic, Petrovic o Kukoc. No era un portento físico, no se cuidaba al 100%, no estaba dispuesto a todo por ser el número uno. Pero nadie, ni antes ni después, supo desarrollar el baloncesto con la clase, finura y elegancia que él atesoraba. Mientras la mayoría nos poníamos el traje de faena y las manchas sudor nos delataban, Mirza jugaba con un traje de Armani impoluto, al que no hacía ni una mísera arruga después de disputar cuarenta minutos. Gran pasador, magnífico dominador de la pelota, todo quedaba empequeñecido cuando se elevaba para tirar a canasta. Durante una décima de segundo se quedaba quieto y se convertía en una estatua perfecta. Su longilíneo cuerpo tieso como una estaca, la mano formando el maravilloso y exacto ángulo de 90º, ese que lo ves en los manuales de baloncesto y que cuesta tanto observarlo en vivo, la mano arropando lo justo el balón para que cogiese la fuerza y dirección exacta. La foto era inmejorable. Pero Mirza no se quedaba en eso, en una foto para enmarcar o en un estilo de libro. Además era un ganador, un jugador en el sentido más amplio de la palabra, que tenía el físico y el talento ideal para el baloncesto pero que conseguía hacer mejores a todos los que jugábamos con él. No sólo eso, sino que también demostraba que la obligación de ganar no estaba reñida con el disfrute de su búsqueda. Si jugar con él y admirarlo hasta en los entrenamientos fue una bendición, vivir, viajar y disfrutar de su compañía supuso una de las experiencias más gratificantes que podemos contar de aquellos años. Su adaptación al equipo, a la personas que lo formábamos, a la idiosincrasia hispana, a las siestas, al mús (“a la mano con un pimiento”, una de sus frases favoritas) a la cervecita despues de entrenar, a disfrutar de la vida, al Real Madrid, a reir siempre, incluso cuando no tienes ganas, fue tan alucinante que nunca dejó de sorprendernos. Pero también, y eso es lo difícil, era grande como persona. Sensible hacia todos y hacia todo. Cariñoso, entrañable, irónico. Murió hace bastante, desde que decidió que la vida, su vida, ya no merecía la pena vivirse. Pero incluso entonces, mantuvo su compostura, su natural elegancia. Destrozado por dentro y por fuera, era de lo poco que le quedaba. Pero el final es lo de menos. Nadie nos podrá quitar nunca el placer de habernos encontrado con un tipo increíble. Mirza, a la muerte con un pimiento.

Hoy, mientras releía este artículo, me he dado cuenta que a pesar de los años transcurridos, la presencia de Mirza en mi memoria sigue intacta. Le recuerdo en tantas situaciones y circunstancias que me da la impresión que en lugar de jugar con él dos años, compartimos muchos más. La primera vez que nos cruzamos fue en Sarajevo. El año que finalmente el Bosna fue campeón de Europa, comenzamos la fase final de la Copa de Europa jugando en su campo. ¡Vaya campo! En un fondo, una foto de tamaño descomunal de Mirza colgaba en las alturas, como avisándote que habías llegado a sus dominios. Planeamos el partido con una especial dedicación defensiva sobre él. Igual si le hubiésemos ignorado nos hubiese ido mejor. Joder, nos la metió de todos los colores, en todas las posiciones, dándole la derecha o la izquierda. Del punto 1 al 40, todo simple y puro talento baloncestístico.

Fichó por el Madrid y a los pocos días nos había ganado a todos por su buen rollo, ganas de adaptación y detalles de ganador. Al poco de llegar apareció un día Saporta por el pabellón. Nos íbamos a Sao Paulo a disputar el Mundial de Clubes y quería saber si queríamos paquetito o paquetón. Me explico. Nuestro sistema de primas tenían dos modalidades. Una, el todo o nada, el paquetón. Si éramos campeones, todo. Si no, nada. Y la otra era la de paquetitos. Es decir, primas por partido. Don Raimundo nos lo preguntó y por un momento nos quedamos mirándonos unos a otros. Entonces saltó Mirza. “Paquetón ¿no?”. Y acompañó la frase con una cara de “está claro”. Ganamos el paquetón y fue el principio de una muy buena temporada. Llegamos a la final de la Recopa donde perdimos frente a la Cibona y nos jugamos la liga en la última jornada en el Palau. Si mi admiración por Mirza ya era grande, después de aquel partido…… En los días previos una de las preguntas típicas de la prensa era si se sentía mucha presión por jugarse la liga a un partido, en el Palau y siendo el jugador más importante del equipo (en aquella época sólo se podía jugar con un extranjero). La contestación de Mirza fue ejemplar: “¿Presionado? No. El Madrid me fichó para jugar partidos como este”. Llegó el partido y estuvo maravilloso. La temperatura ambiental era extrema con ruido constante y ensordecedor, pero nada ni nadie impidió que Delibasic jugase como solía hacerlo. Recuerdo una imagen del momento en el que pensé, esto está ganado. Faltaban pocos minutos y el marcador todavía no se había decantado definitivamente. Estábamos en un tiempo muerto y en mitad de la bronca que había me giro y observo a Mirza. Apoyaba el codo en los hombros un compañero y tenías las piernas cruzadas. Su cuerpo emitía relajación, tranquilidad. Era la postura que se podría tener en la barra de un bar charlando con unos amigos. Al verle, me entró una paz y una seguridad enorme. Minutos después, éramos campeones de liga. Este video no es de este partido, sino del que jugamos aquella temporada en Madrid. Era su primer Madrid-Barça, y fijaros que exhibición dió el pájaro. !Que forma de tirar a canasta!

23 de Junio de 1993. Europeo de Alemania. España juega con Bosnia. Veo fotos suyas y su tristeza me provoca dedicarle otro artículo.

La triste mirada del genio
Una vez sacado el máximo provecho a su partido contra Suecia (rodaje oficial, toma de contacto, descongelación de las muñecas, demostración pública del buen ambiente exterior e interior, etc.) Mirza Delibasic nos espera. Al frente de la recién formada selección bosnia, la triste mirada de Mirza (es la cara de la desgracia) entrará en nuestras casas. Nadie se merece que la vida le trate así, y menos una humanidad como la de Delibasic.

Mirza trajo la modernidad baloncestística a Madrid y a pesar de su marcha, hace ya 10 años, nadie que asistiese a sus lecciones (las de mus incluidas) las ha olvidado. Su elegancia nos hizo disfrutar durante dos años de su natural y prodigiosa naturalidad para este deporte. La vida le hizo un tenebroso guiño en sustancia en Caserta, donde esperaba pasar el último tramo de su carrera. Allí se acabó el Delibasic jugador.En pleno proceso de reintegración a la vida normal, Delibasic visitó Madrid para recoger un merecido premio a su contribución deportiva. La guerra devastaba Yugoslavia, pero no había llegado aún Sarajevo, la preciosa Sarajevo, donde Mirza ha sido siempre un héroe popular. "No creo que nos alcance. Nos daremos cuenta antes de que estamos locos luchando entre nosotros", comentaba durante una comida de viejas glorias. Mirza, siempre bien pensado, siempre ingenuo, no acertó. Ahora su única preocupación es la supervivencia de familiares y amigos (más que la suya propia).Ahora dirige a Bosnia, aferrado a la vida después de ver la muerte tan cerca. El baloncesto, su gran pasión, es la única vía de escape que les queda a él y a sus jugadores. Pequeña vía para un montón de ojos a los que la cerrazón humana les ha mostrado la peor de las pesadillas. Con la imagen de la desgracia de miles de personas siempre presente en sus retinas, el equipo bosnio intentará dar una sensación de normalidad. Una sensación que se viene abajo con una sola mirada a los ojos de un genio llamado Mirza.Eran tiempos más que difíciles. Robert Alvarez, enviado especial del Pais a este campeonato escribió su crónica previa al partido con Mirza de protagonista.

Delibasic, de la guerra al Europeo
"Sólo Dios sabe qué pasará el 5 de julio, cuando esto acabe. Sólo seguimos por la "fuerza de los cojones". Circunspecto y en el descarnado castellano que conserva de sus dos años de estancia en el Real Madrid, Mirza Delibasic, de 40 años, difunde un mensaje angustioso. El baloncesto ha sido y es su vida. Ahora, durante 15 días, mientras dure el Campeonato de Europa que se disputa en Alemania, Mirza va a utilizarlo como vehículo para transmitir al mundo entero las calamidades y la urgente necesidad de ayuda al pueblo bosnio. Lo meramente deportivo comenzó ayer con una derrota ante Rusia (99 a 77) y seguirá hoy con el partido ante España (16.00, La 2).Fue nombrado seleccionador hace un año, pero Bosnia no ha empezado a competir hasta hace apenas dos meses, justo después de que, en un rocambolesco y arriesgado episodio que costó la vida de tres mujeres, los jugadores y el propio Mirza pudieron abandonar Sarajevo. La expedición, integrada por 18 personas -10 bosnios, cinco serbios y tres croatas-, se dividió en tres grupos y, a pesar del sigilo y la rapidez con la que se movió por el aeropuerto de la capital bosnia, fue tiroteada. Mirza lo relata sin pestañear. "Estamos tan acostumbrados a los disparos y a la muerte que ya no nos afecta casi nada", explica.

Hacerse el muerto
Sus rivales deportivos, sin embargo, sí están impresionados por algunas de las peripecias de Mirza y de los suyos. Estos días en Karlsruhe el episodio que corre de boca en boca, entre expresiones de perplejidad y admiración, es el de Samir Avdic. Es un alero de 26 años y 2,05 metros que, según cuentan, tuvo que estar más de cinco horas haciéndole el muerto en una de las calles de Sarajevo, junto al cadáver de una amiga con la que fue sorprendido por un francotirador. Cuando llegó la noche, Avdic pudo huir. Otras versiones cuentan que estuvo bastantes más horas tenido e inmóvil en el suelo para evitar una muerte segura. Lo que es seguro es que se llevó una doble herida, una física, en la oreja derecha, y otra psíquica, de la que le va a costar más recuperare y que, aseguran, se trasluce incluso en sus actuaciones en las canchas de baloncesto.Avdic no es el único jugador de la selección bosnia que ha estado combatiendo. Cuatro compañeros suyos se encuentran en el ejército y, a pesar de que han firmado ya contratos con equipos extranjeros, esperan precisamente estos días en Karlsruhe la llegada del cónsul de su país para saber si es posible evitar el retorno a la guerra.Mirza no tiene dudas. Su deseo es volver a Sarajevo. Le sobran motivos: "Allí tengo a mis padres, a mi hermano, a mis amigos. No puedo abandonar mi ciudad. Tengo dos hijos y quiero que tengan una patria. Hemos decidido luchar hasta que muera el último, porque somos gente de bien".Su esposa serbia y su hijo menor, de 7 años, al igual que varias familias de los jugadores bosnios, acompañan estos días a la selección en Alemania. Tal vez después, cuando él intente regresar a Sarajevo -"la rampa por donde salimos está ahora tomada por los serbios"-, ellos elijan como destino España, donde excompañeros del Real Madrid, como Brabender y Corbalán, le han ofrecido ayuda.

Una leyenda
Mirza Delibasic es una leyenda del baloncesto europeo. Ha ganado las ligas de Yugoslavia y España, la Copa de Europa con el Bosna Sarajevo y ha sido campeón de Europa, del Mundo y oro olímpico con la antigua selección de Yugoslavia. Ahora anuncia cual es el objetivo de la selección bosnia en este Europeo: "Que se hable de nosotros para intentar que el mundo empiece a reconocer a un país que ya está reconocido por la ONU y para que intervenga sin miedo contra el problema del fascismo".Para describir la vida de Sarajevo -donde escasean los alimentos, no hay agua, gas ni electricidad- Mirza recurre de nuevo a su descriptivo castellano: "Es una vida de mierda". Su salud, además, no es muy buena, aunque ha mejorado tras la embolia cerebral que sufrió hace diez años y que se le reprodujo hace un tiempo. Los médicos le han aconsejado que no fume, pero él, inmutable, continúa enlazando pitillo con pitillo. Hoy se sentará en el banquillo rival de España dispuesto a cumplir su doble misión: ganar si es posible y reivindicar ayuda para Bosnia, su patria.

Entre esta fecha, 1993, y la de su muerte, 2001, pocas alegrías le dió la vida. Aprovechando un partido que los veteranos del Madrid jugaron en aquellos parajes (yo no pude hacer el viaje) hablé por teléfono con él por última vez. Estaba ya muy abatido pero en un par de momentos de la conversación y no sé a cuenta de qué, apareció el Mirza de siempre. El de la chispa, el del sentido del humor casi hispánico, el entrañable compañero que se preocupa sinceramente por ti. Aquel que le compró una moto al encargado del material después de una noche de fortuna en el casino, o el que jugaba al mus como si hubiese nacido en Chamberí. El mismo que cuando el Madrid decidió prescindir de él aunque le quedase su tercer año de contrato, cogió las maletas y sin un mal gesto y con todo el agradecimiento del mundo, se despidió de nosotros dejando de ser compañero para pasar a ser amigo para siempre. Se suele decir que nadie muere del todo mientras haya alguien recordándolo. Si esto es así, Mirza Delibasic, ese entrañable ser humano, ese mega talento baloncestístico, el hombre del tiro perfecto y del pase imposible, es por ahora inmortal.

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